Somos un país que tiene una institucionalidad muy débil y ello nos complica en varios frentes. Desde las perspectivas de las empresas hasta las de los propios ciudadanos. No se pueden hacer previsiones sobre el futuro de manera eficiente, ya que no se sabe cuál será el actuar de las instituciones. Éstas no son sólidas y dependen demasiado de la calidad de la gestión de turno y de las personas que las lideran temporalmente. La ciudadanía debe ser liderada por alguien que considere prioritario mejorar las instituciones, ya que este tema es determinante en su calidad de vida. Dar pasos importantes sobre este punto, como potenciar el Poder Judicial, el Congreso, los ministerios, los gobiernos locales, entre otras entidades, facilitará de manera muy importante la toma decisiones de largo plazo. En América Latina podemos encontrar varios ejemplos de institucionalidad. Chile y Uruguay me parecen los más llamativos. Ambos países cuentan con instituciones fuertes que priorizan, además, la libertad individual de sus ciudadanos. A nivel local, hemos tenido avances interesantes. Contamos con entidades que han conseguido relevantes progresos de forma individual en los últimos años, como el Banco Central de Reserva, el Ministerio de Economía y Finanzas y la Cancillería. Estos ejemplos pueden servir perfectamente como locomotoras para potenciar otras instituciones peruanas. |