¡Y nos quejamos!

Cumplan su tarea con alegría y sin quejarse, pues el quejarse no les trae ningún provecho.
Hebreos 13:17

Hace unos meses, en una de esas oportunidades que nos da la vida, conocimos a un hombre muy especial que nos llenó de enseñanzas y admiración.

Su nombre es Fredy y nació en Colombia. Se nos acercó y con mucho respeto dijo en inglés: «Flores para la dama». De inmediato, cautivó mi atención, la de mi esposo y mis princesas, pues este hombre vendía rosas desde su silla de ruedas. Sin embargo, no era solo una persona con una incapacidad de sus piernas, sino también de sus brazos y manos. Con todo, nada de eso ha sido impedimento, pues hace ya seis años que se dedica a este oficio.

Fredy nos dejó muy conmovidos por su alegría, su seguridad al hablarnos y una paz en su rostro que en pocos segundos nos mostró que todo lo que tiene es porque se lo ha dado Dios. Que a pesar del tiro que recibió en su cuello hace ya varios años y que lo dejó en una silla de ruedas, nunca se ha dado por vencido. Hoy en día vive de la venta de rosas en la bella ciudad de Homestead.

Nos dijo: «Yo no le fallo a mi Dios en la asistencia a la iglesia, ni al dar mis diezmos y mis ofrendas, y por eso me va bien en todo».

¡Impresionante! En verdad, fue una lección para cada uno de nosotros. Pudimos ver que aunque tiene grandes limitaciones, ya que no puede casi ni usar sus manos y contesta el teléfono con su lengua para presionar las teclas del celular, se le ve en paz y feliz.

¿Y tú y yo que estamos bien y sin limitaciones por qué nos quejamos?